Tenemos nuestra nueva página de CINCO PALABRAS, cincopalabras.com, ¡un maravilloso regalo de la vida! Está en construcción y pronto funcionará al cien por cien. Mientras tanto convivirá con este humilde blog que tanta felicidad me ha aportado en estos tres años y medio.
El 6 de agosto hará 51 años que Manuela me dio a luz y cada año lo celebro y doy gracias por ello.
Este año, como todos los años desde que comenzamos CINCO PALABRAS, os voy a pedir un regalo de cumpleaños: vuestro ARTE y vuestra LITERATURA.
En agosto hacemos un VOLUMEN ESPECIAL. Durante este mes no damos las palabras semanales y la extensión del relato es como vosotros lo decidáis, sin normas.
De esta manera, vuestros lectores y fans podrán disfrutar de vuestra literatura en grado puro.
Ya he recibido el primer regalo de cumpleaños: el prólogo de Gregorio Cortés, escritor solidario desde que nació CINCO PALABRAS.
Este volumen es para vosotros, APASCOVI, con la esperanza de que a partir de ahora muchos jardines se llenen de vuestras plantas, vuestras flores y de vuestro amor.
EL PÍNCIPE ESCRMENTADO
¡FELIZ VERANO!
Gregorio Cortés
Escritor solidario
Cuando menos te lo esperas, la vida te da una nueva oportunidad de aprender. Y cuando te da dos de golpe, es para saltar de felicidad.
La primera la estáis leyendo, hasta ahora había estado "jugando" al maravilloso juego solidario de Mar Olayo, hoy me da la oportunidad de escribir sin muletas, gracias Mar.
La segunda ha sido la ocasión de visitar el Centro Ocupacional de la Fundación APASCOVI.
Mientras que la primera opción ha supuesto un gran reto ( y alguna noche en vela), la segunda ha supuesto una gran experiencia y una enseñanza.
Enclavado entre Colmenarejo y el embalse de Valmayor, rodeado de encinares y jarales, el Centro Ocupacional, uno de los que la Fundación APASCOVI tiene en la Sierra Noroeste de Madrid, en el cual se atiende y forma a personas con diversidad funcional.
En un principio, una asociación de familias, fueron cubriendo las necesidades de sus hijos. Hoy tienen como meta la máxima integración de sus familiares.
Para conseguir este fin, disponen de diversos talleres y también participan en el funcionamiento de las instalaciones. Pero lo que más me llamó la atención durante la visita es el cuidado y la dedicación que ponen en sus tareas, la alegría y el orgullo cuando la realizan. Todo ello supervisado por un plantel de profesionales, apoyados por voluntarios. Todos ellos forman más una familia que una institución.
Su principal actividad es la jardinería, cuentan con un vivero y una planta de compostaje, llevan el cuidado de las zonas ajardinadas de Colmenarejo. También disponen de un taller de reciclaje, donde elaboran su propio papel y hacen accesorios de oficina. Y en el simpático "taller de las chuches" hacen estuchados con diversos tipos de golosinas de forma muy artística.
Entramos en Agosto, mes tradicionalmente "vacacionero" en nuestros calendarios. Aprovechamos para hacer lo que durante el resto del año no podemos. Por favor, no dejemos de escribir, ni de ser solidarios, inundemos el blog de relatos. Así haremos un gran regalo a Mar
* Cuelga tu relato en "PUBLICAR UN COMENTARIO"
NOTA: CINCO PALABRAS se reserva el derecho de la publicación de los relatos.
Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o persona que puedan herir la sensibilidad del lector.
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Donación 10€
Hace unos días, publiqué este post en Facebook:
"¿Me haces un favor?
Tengo que escribir un relato solidario largo y no estoy inspirada.
Titular: CINCO PALABRAS
IBAN
ES2220382463246000379336
Contacto:
cincopalabras@cincopalabras.com
Mándame un E-Mail a marimarolayo@gmail.com y te enviaré el volumen personalmente
Donación 10€
Hace unos días, publiqué este post en Facebook:
"¿Me haces un favor?
Tengo que escribir un relato solidario largo y no estoy inspirada.
Si me dices cuál es tu palabra preferida, cogeré todas las palabras que reciba y las utilizaré para escribir el relato. Seguro que sale una historia."
Las palabras que me han regalado van escritas en orden y en negrilla.
¡Gracias!
¡Gracias!
Mar Olayo
Permíteme que te sirva una taza de té.
Siempre quise llamarme Libertad, es la palabra más bonita del diccionario y, para muchos, la mayor mentira. El día que dije a mi padre que me cambiaría el nombre y dejaría de llamarme Francisco para llamarme Libertad, me estampó contra el armario de una bofetada, sin expresar palabra alguna.
Permíteme que te sirva una taza de té.
Siempre quise llamarme Libertad, es la palabra más bonita del diccionario y, para muchos, la mayor mentira. El día que dije a mi padre que me cambiaría el nombre y dejaría de llamarme Francisco para llamarme Libertad, me estampó contra el armario de una bofetada, sin expresar palabra alguna.
Aunque me llamen Paco, tú me puedes llamar Libertad. Aquí tienes el té. Eres la única vecina que me faltaba por invitar.
Llegué a esta ciudad sin saber dónde vivir. Recorría las calles con mi mochila, experimentando una desolación que me abatía. Creí que la ciudad me iba a librar de la tristeza de mi pueblo y me encontré con unos edificios tan grises como las personas que en ellos viven. Cuando vi este bloque de viviendas llamado LIBERTAD y supe que era el lugar donde habitaría. El jardín, aunque como apreciaras no se ve desde aquí, fue lo primero que me llamó la atención. Tan armónico, tan limpio y tan lleno de vida.
No es fácil aprender a vivir en una ciudad cuando tus amigos han sido las ovejas, pero si algo me caracteriza es la constancia y sé que lo conseguiré. No volveré a ese maldito pueblo.
Se te va a enfriar el té. Espera, te quitaré la mordaza. No intentes gritar. Aquí nadie te va a oír.
No fue fácil convencer a los dueños para que me alquilaran este bajo. Todavía recuerdo su cara de risa y sorpresa cuando, mirándome de arriba abajo, se mofaban animándome a volver a mis orígenes, pues no tenía suficiente clase y dinero para vivir entre ricos. No les guardo rencor, ahora son mis mejores vecinos bajo el suelo de mi cama y guardan mis sueños. Aprendieron lo que es el respeto a base golpes con mi vara de pastor. Mi hermana Esperanza me la dio con mucho cariño antes de partir, para que me guiara en el paraíso urbano.
¿No bebes? ¿Tal vez prefieras un refresco?
Mi madre me dio un abrazo que no olvidaré. No quería soltarme porque sabía que si me iba, ya no tendría en quien apoyarse cuando mi padre le pegara. Tuve mucha paciencia, pero ya no podía ser su cómplice y salir a su encuentro y defensa cada vez que ese malparido de sonrisa perversa la agrediera, pateando con energía su humildad y su fuerza de voluntad, como cuando venía borracho cantando con notas desafinadas: ¡Venezuelalibre!
El vecino del primer piso me recordaba a él. Siempre gritando a su mujer, empujándola contra todos los muebles y riéndose de su tamaño. Un día, cuando volvió a casa, ebrio como era habitual, no funcionaba la luz del edificio y sin consciencia alguna se dejó las llaves puestas. No me siento culpable de la transgresión. Empujé la puerta sigilosamente y me abalancé sobre ese perdulario, cuchillo en mano. No le guardo rencor, ahora sé que no nos molestará más.
¡Vivimos en la Era de los Valientes!
Bueno… veo que no tienes ganas de beber. Perdón, no me había dado cuenta, te soltaré una mano para que puedas coger el vaso. No intentes nada.
No creo que la mujer sea el Sexo débil. Sois astutas y calculadoras, supervivientes, y eso os hace más fuerte que nosotros. Podéis destrozar a un hombre con un maltrato psicológica y subliminal, latente y escondido.
Yo no quería tu amistad, solo que me dejaras usar la piscina privada, pero me mirabas con cara de asco como si oliera a podrido. Tenías un gran potencial para ser elegida la mejor vecina y ganarte mis abrazos, pero la señorita fina de Tabanco, que reniega de sus raíces, pavonea tramposa su alta alcurnia venida abajo. Albelia te haces llamar cuando tu nombre es Alberta. ¿Dónde está tu comprensión, tu compasión? ¿Quién te destrozó tu guapa adolescencia para desafinar los acordes de tu cerebro, engalanado ahora con guirnaldas?
Mujer de piel salada, sin pasión ni felicidad, hundida en un mar de falsedades. Locos tintineos de grandeza sin arte ni música corren por tu cabeza. Tú me dices que huelo mal. Tú estás podrida. Ni una auténtica enxebre meiga podría salvar tu alma. ¿No es cierto que usaste tus encantos, a compás de boleros, para comerte el "berberecho" de tu casero? ¿Cuántas caricias costó tu casa? ¿Cuántos besos robaste sutilmente bajo el bigote de ese desgraciado, que más parecía una virgulilla que un buen mostacho?
Ahora yace bajo el tiesto de albahaca. No podía permitir que siguiera siendo infiel a esa buena mujer, que superaba cada día el reto de vivir con tan despreciable ser. Con la ataraxia que mamé de mi madre, le arranqué su corazón sin tolerancia ni sosiego. Ahora estará ensimismado en otra onda, otra dimensión… en el infierno.
Paciencia, no te agites.
Eres traviesa, no conoces el compañerismo y vives sin ilusión, sin amor. No mereces vivir. La vida es para los valientes, para los que somos libres, por eso me tienes que agradecer que te vaya a conceder la suprema LIBERTAD
Llegué a esta ciudad sin saber dónde vivir. Recorría las calles con mi mochila, experimentando una desolación que me abatía. Creí que la ciudad me iba a librar de la tristeza de mi pueblo y me encontré con unos edificios tan grises como las personas que en ellos viven. Cuando vi este bloque de viviendas llamado LIBERTAD y supe que era el lugar donde habitaría. El jardín, aunque como apreciaras no se ve desde aquí, fue lo primero que me llamó la atención. Tan armónico, tan limpio y tan lleno de vida.
No es fácil aprender a vivir en una ciudad cuando tus amigos han sido las ovejas, pero si algo me caracteriza es la constancia y sé que lo conseguiré. No volveré a ese maldito pueblo.
Se te va a enfriar el té. Espera, te quitaré la mordaza. No intentes gritar. Aquí nadie te va a oír.
No fue fácil convencer a los dueños para que me alquilaran este bajo. Todavía recuerdo su cara de risa y sorpresa cuando, mirándome de arriba abajo, se mofaban animándome a volver a mis orígenes, pues no tenía suficiente clase y dinero para vivir entre ricos. No les guardo rencor, ahora son mis mejores vecinos bajo el suelo de mi cama y guardan mis sueños. Aprendieron lo que es el respeto a base golpes con mi vara de pastor. Mi hermana Esperanza me la dio con mucho cariño antes de partir, para que me guiara en el paraíso urbano.
¿No bebes? ¿Tal vez prefieras un refresco?
Mi madre me dio un abrazo que no olvidaré. No quería soltarme porque sabía que si me iba, ya no tendría en quien apoyarse cuando mi padre le pegara. Tuve mucha paciencia, pero ya no podía ser su cómplice y salir a su encuentro y defensa cada vez que ese malparido de sonrisa perversa la agrediera, pateando con energía su humildad y su fuerza de voluntad, como cuando venía borracho cantando con notas desafinadas: ¡Venezuelalibre!
El vecino del primer piso me recordaba a él. Siempre gritando a su mujer, empujándola contra todos los muebles y riéndose de su tamaño. Un día, cuando volvió a casa, ebrio como era habitual, no funcionaba la luz del edificio y sin consciencia alguna se dejó las llaves puestas. No me siento culpable de la transgresión. Empujé la puerta sigilosamente y me abalancé sobre ese perdulario, cuchillo en mano. No le guardo rencor, ahora sé que no nos molestará más.
¡Vivimos en la Era de los Valientes!
Bueno… veo que no tienes ganas de beber. Perdón, no me había dado cuenta, te soltaré una mano para que puedas coger el vaso. No intentes nada.
No creo que la mujer sea el Sexo débil. Sois astutas y calculadoras, supervivientes, y eso os hace más fuerte que nosotros. Podéis destrozar a un hombre con un maltrato psicológica y subliminal, latente y escondido.
Yo no quería tu amistad, solo que me dejaras usar la piscina privada, pero me mirabas con cara de asco como si oliera a podrido. Tenías un gran potencial para ser elegida la mejor vecina y ganarte mis abrazos, pero la señorita fina de Tabanco, que reniega de sus raíces, pavonea tramposa su alta alcurnia venida abajo. Albelia te haces llamar cuando tu nombre es Alberta. ¿Dónde está tu comprensión, tu compasión? ¿Quién te destrozó tu guapa adolescencia para desafinar los acordes de tu cerebro, engalanado ahora con guirnaldas?
Mujer de piel salada, sin pasión ni felicidad, hundida en un mar de falsedades. Locos tintineos de grandeza sin arte ni música corren por tu cabeza. Tú me dices que huelo mal. Tú estás podrida. Ni una auténtica enxebre meiga podría salvar tu alma. ¿No es cierto que usaste tus encantos, a compás de boleros, para comerte el "berberecho" de tu casero? ¿Cuántas caricias costó tu casa? ¿Cuántos besos robaste sutilmente bajo el bigote de ese desgraciado, que más parecía una virgulilla que un buen mostacho?
Ahora yace bajo el tiesto de albahaca. No podía permitir que siguiera siendo infiel a esa buena mujer, que superaba cada día el reto de vivir con tan despreciable ser. Con la ataraxia que mamé de mi madre, le arranqué su corazón sin tolerancia ni sosiego. Ahora estará ensimismado en otra onda, otra dimensión… en el infierno.
Paciencia, no te agites.
Eres traviesa, no conoces el compañerismo y vives sin ilusión, sin amor. No mereces vivir. La vida es para los valientes, para los que somos libres, por eso me tienes que agradecer que te vaya a conceder la suprema LIBERTAD
27 comentarios:
Cirugía casera.
La fimosis
Mi casa era, como todas las casas, una casa de pueblo, es decir tenía patio y corral, porque, si no tienen las dos cosas, las casas de pueblo han de tener, al menos, una de ellas, patio. En lo que mi padre llamaba el cuerpo de casa había un portal y habitaciones a derecha e izquierda y enfrente de la puerta principal, en el portal, estaba la puerta de la troje y la del patio. En el patio estaban los cántaros del agua de boca y una tinaja con el agua para lavarse. No era necesaria el agua para el baño, porque baño no había, había estercolero. En el patio comíamos en verano, bajo unas uralitas, que mi padre había colocado para evitar mojarnos en invierno cuando salíamos desde las habitaciones a la cocina, cuya puerta estaba en un lateral del patio. Tal techado recogía con fruición los rayos solares y veníamos a comer, sudando como pollos, entre los cincuenta y sesenta grados Celsius, por lo menos, acompañados de los correspondientes venablos que mi padre, por el calor, profería. Con lo fácil que hubiera sido comer dentro, en el comedor. Pues no, se manchaba.
Pero la esencia de la casa estaba en el corral. A él se accedía desde el patio y allí estaba la puerta de la cuadra, donde hubo vacas de leche, que mi madre despachaba en el portal por las mañanas y por las tardes desde un barreño vidriado en blanco y tapado con un paño blanquísimo. También hubo chotos de carne y una borrica pequeñita, pero aguerrida y valiente para el trabajo, poco, esa es la verdad, porque lo más que hacía era llevar la ropa cuando mi madre iba a lavar al río. No puedo recordar su nombre, que lo tenía. Se la compró mi padre al tío Perero, un hombre alto para aquellos tiempos, que cuando montaba en ella casi le arrastraban los pies.
En el extremo izquierdo del corral estaban las pocilgas y el gallinero encima de ellas, plagado de unos bichitos blancos diminutos, como mosquitos, “los cisnes”, que se adherían a nuestras cabezas cuando subíamos a coger los huevos de los nidales. Y, ocupando la pared lindante con la tía Guadalupa “ la Maloja”, por el frente, y, por la derecha, la pared de la tía Carla, estaba el estercolero: Una fábrica de moscas de todo color y plumaje en el que se vertían todos los excrementos de los animales con los que los humanos de aquella casa convivíamos y los nuestros propios, claro está, mezclados con los echadizos de paja de la cuadra, las gallinazas de los gallineros y las “ camas” de paja de las pocilgas. Un totum revolutum que, en aquel muladar, desafiaba las más mínimas normas de la sanidad moderna, pero es que entonces eso era lo normal. Tanto es así, que, con un desconocimiento propio de mi edad, debía tener como cinco o seis añitos, algún día de los que fui a defecar al antedicho e insalubre lugar debí notar que el frenillo de la pilila (llamarlo pene me parece una presunción innecesaria) no dejaba asomar el prepucio y tiré con fuerza hacia atrás, llevando a cabo una operación de fimosis que debió dolerme, aunque no me acuerdo y todo ello sin la previa y preceptiva esterilización de los instrumentos de operar, o sea, mis manos.
De tal incidencia no di parte alguno, por no cobrar, claro, y al cabo de unos días, aquello comenzó a tomar fomento y la colilla se transformó en un trozo de carne inflamado con varios puntos de pus. Don José, el médico no sé si recetó algún remedio farmacéutico, pero sí que recetó que tres veces al día, mañana, tarde y noche, aquella inflamada y tumefacta minina se sumergiera en agua de sal templada hasta que volviera a su natural estado, y así se hizo. Recuerdo como si fuera hoy que, en una diminuta palangana blanca con un ribete azul en los bordes, durante días, se aplicó aquel remedio y recuerdo cómo escocía, pero también recuerdo que nunca lloré.
A ver Mar. Esta vez si que me la lías y bien liada. Pero bueno. Tu te mereces que hagamos no un relato sino mil. Eres un claro ejemplo de lo que debe ser una mujer independiente en inteligente hoy en día.
Yo nunca he sabido escribir por mucho que me daría lo que fuera por poder hacerlo. Y si me veis por aquí es porque me deje enredar por Mar, por Cinco Palabras y por todo lo que conlleva de solidaridad .
Leo vuestros relatos y me quedo fascinada. Que maravilla !!! Parecen lienzos bellamente decorados. Y me siento más pequeña. Poco a poco me voy encogiendo hasta hacerme diminuta.
Y encima estoy lejos
Y no puedo disfrutar de vuestras conversaciones, de vuestras tertulias, de vuestras obras de Teatro.
Pero doy gracias a la vida y a Mar por haberme permitido estar aquí con todos vosotros .
Gracias Mar. Gracias .
Siempre había querido estar entre las nubes, sumergirme en su blancura densa y algodonosa y dejarme llevar de un lado al otro del mundo y un día acompañar al crepúsculo en una selva amazónica y otro acariciar el horizonte con mi panza lechosa, rozar los altos rascacielos de las grandes urbes o peinar los árboles en cualquier serranía olvidada por los hombres. ¿Cómo podría conseguir mis sueño de vivir entre las nubes? ¿De ser una nube? Se lo pregunté a un hechicero guaraní en una excursión a las antiguas misiones españolas del Paraguay. Se me quedó mirando muy fijamente, con sus ojos atravesando los míos y sin saber si verdaderamente le estaba tomando el pelo o poniendo a prueba su paciencia. Los hombres que vivís en la civilización queréis hacer cosas muy extrañas. Siempre buscáis lo imposible, aquello para lo que la madre naturaleza no os creó. Queréis volar como los pájaros y construís aparatos que os enjaulan sin dejaros sentir el aire y que os llevan de un lado a otro sin apenas tener tiempo de que sintáis lo que de verdad significa volar. Otros queréis sumergiros en las profundidades del océano para sentir sobre vuestros cuerpos la presión de las aguas y vislumbrar los peces abisales. Y tú ahora me dices que quieres ser nube... Se sentó junto a la hoguera y me señaló el río que pasaba cerca. Un caudal de aguas saltarinas y oscuros reflejos verdosos.
Él es lo que tú quieres ser. Ahora discurre entre rocas y barro y es origen de una vida invisible para nosotros pero este mismo caudal que ves, mañana será nube. Eso que tú quieres ser. Vuelve a tu ciudad y sé tú mismo. No quieras transformarte en algo que por naturaleza te es ajeno. Mira desde tu ventana las nubes y alégrate porque un día fueron río y te enseñaron esta lección.
Ahora estoy en mi jardín y la tormenta baña mis hombros de un agua que siento hija de las nubes y recuerdo las palabras del hechicero y abro la boca y mis labios saborean el agua de esa nube que nunca seré y que sabe a selva, a mar y a vida.
Muchas felicidades, no se si voy a poder participar pero lo intentaré- Abrazos
Ramón XX y último
La razón nos amolda, nos acomoda, en tanto que los sentimientos nos revolucionan, nos excitan, nos diluyen en su esencia. Por eso, Ramón había dejado la empresa, por no ir contra sus sentimientos y por eso le dijo a Gabriel que nunca lo entendería, sin embargo, cada vez con mayor fuerza, era consciente de que su racionalidad, casi enfermiza, le constreñía, pero no había encontrado aún el resorte que le ayudara a desintegrar su continua sensación de enfrentamiento con el entorno social. Necesitaba sentir.
Siempre esperaba una explosión, un suceso inesperado y súbito que cambiara su fatalismo. Era un deseo tan fuerte que alimentaba la seguridad de que sucedería. Esa espera, aunque no le tranquilizaba, le traía, al menos, cierta esperanza y en ella forjó su concepto del nuevo mundo que quería vivir.
Hoy había sucedido algo inesperado y excitante: En su teléfono tenía el mensaje de una llamada perdida. Era de Rita. Nervioso, marcó el número.
Fernando Cotta (Parte I)
-¡Mierda!, tres meses sin escribir, ¡esto no puede seguir así!, tengo que hacerlo, seguro que si me pongo fluyen las palabras de mis dedos como si fueran magia divina. ¡Es hora de intentarlo otra vez!
Miedo a perder la sagrada inspiración. El pánico del autor al que en tantas ocasiones tenía que hacer frente, pero solo, sin más compañía que su propia presencia, un espejo, el escritorio, la pluma, bolígrafo o teclado y una ventana por la que ver el renacer de la primavera, los rigores del sol en verano, el acontecer del melancólico otoño y el temido y frío invierno.
Acostumbrado a desacostumbrarse de los enfrentamientos consigo mismo, con los temores de la muerte súbita de la creación, se sumió en un leve letargo sucumbiendo al placer de las irrealidades, hasta que dando un golpe sobre el escritorio, tomó la firme decisión de volver novelar. -¡Es simple!, solo tengo que concienciarme de que es una jornada laboral, la misma de cualquier ser humano que vive en un país de cuarenta horas semanales, ¡así debe ser!
Lentamente con el terror en sus ojos y el pavor que produce enfrentarse a la nada, inició la ceremonia. Colocó los candelabros limpios y relucientes, fulgurantes de oro simulado que heredó de sus abuelos, allá por el siglo XIX a ambos lados de la mesa, esa que utilizaba para imprimir a base de tinta o teclas todo aquello que le llegaba del infinito, y del fondo de su ser. Con delicadeza extrema de quien cumple un ritual, prendió una cerilla y una a una, encendió las doce velas de su corazón. -Creo que un poco de vino me ayudará, seguro estoy de ello y hoy, ¡el mejor!, que es día de celebración. Un Vega Sicilia Único del 93, será mi compañía en este festival de las letras.
Lentamente se dirigió a la bodega, sin las prisas del que sabe que de nada sirven, cuando es el amor lo que falta para prender la pasión. Bajó las escaleras, presionó el interruptor y la luz tenue y cálida le permitió ver el almacén de los tiempos de gloria, aquellos en los que había triunfado con alguna de sus novelas y le permitió tener los mejores caldos a su disposición. Seleccionó la botella y con sumo cuidado, como el que coge un bebé, sopló para eliminar parte del polvo que cubría la etiqueta. -¡Aquí estás compañero!, hoy es nuestro día, tú me ofreces la alegría y con la inspiración que le das a mi alma, plasmo tu historia, la mía y la de otros sobre el papel. ¿Te place?
Retrocedió por el camino andado con pasos firmes y contados, llevando en ceremonia y medio inclinado el recipiente de tan espléndido líquido, ese que le llevaría de vuelta a sus tiempos de gloria, y le devolvería el valor que ahora le faltaba. -Siempre lo mismo, detrás de cada obra finalizada el frío de la ausencia, el estremecimiento de saber que está acabada. ¡Qué destino más iluso!, qué vacío, el de aquellos que nos dedicamos a crear vida sobre el papel.
Fernando Cotta (Parte II)
Con la misma parsimonia, limpió la botella. Cogió el sacacorchos de aire, le tenía miedo a la humedad y a los años del vino, sabía que otros métodos podrían destrozar el rojo y vivo líquido a base de la cáscara de alcornoque. Introdujo la aguja hasta el fondo, concentró la mirada en el tapón y procedió a darle aire a base de subir y bajar el fuelle. Todo iba bien, poco a poco iba saliendo, hasta que al final sonó un leve sonido, el que le indicaba que el ritual había salido perfecto. Vertió un poco sobre una copa ancha de cristal de Bohemia que guardaba para estas ocasiones, y movió el caldo mientras observaba su color y el lagrimeo sobre el apreciado recipiente. Olfateó el zumo de la vid y… -¡Voilá!, está perfecto el muy cabrón. Hoy tú y yo vamos a hacer muchos y grandes negocios.
Sirvió un poco más y volvió a beber, colocó el portátil sobre el escritorio que tanto había compartido con él. Tomó aire, volvió a sorber un poco del caldo de Baco, del líquido placer de los dioses, miró al cielo, y…
-¡Vamos allá!, esta se va a llamar…, se va a llamar…, se va a llamar. ¡Mierda!, el título al final, ¡carajo!, que esta vez tiro para adelante, con o sin encabezamiento, ¡ya me vendrá la luz!
Exprimió la sangre de la uva y volvió a servir el manantial de la creatividad, esta vez sin majestuosidad, hasta el mismo borde de la vida..., apurando el contenido.
-¡Ahora sí!, y empezó a teclear.
Noche oscura de mi alma, fin de la gloria de los sueños, dime que debo hacer para volver a estar risueño. Dame la fe, la esperanza del que tiene la ilusión y que algún día la alcanza.
Rindió la cabeza sobre el teclado, y pronunció las palabras más sabias que jamás hubiere reunido en tan poco espacio.
-¡Vaya pedo, compañero!, tú no me has traicionado, ¡he sido yo!, que con el codo no he calculado, que el exceso de tu amor es de cuidado. Pero de algo me has servido hoy, que aún estando en este estado, haber gracias a ti he creado, un bello rezo para un personaje descentrado. ¡Amén!
A. Sánchez
A. Sánchez3 de agosto de 2016, 16:25
Seguramente, la madera de la vieja hamaca era de castaño, tan segura estaba de eso como del atractivo de su rostro bañado de sabiduría y experiencias, con arrugas propias de haber sido acariciado y besado con pasión, rostro en descanso por atrevido y libre pasado.
Seguramente esas llamas eran las mismas que millones de veces habían compartido miradas, el mismo baile con distinta leña, castaño seguramente, acaso encina traída de manera furtiva del viejo molino.
De la misma furtiva manera en la que yo me asomaba a su ventana, la oscura y denigrante leyenda que volaba a velocidad de crucero en las sucias bocas de la gente del pueblo me invitaba sin remedio a frecuentar su casa, la puerta siempre cerrada y yo deseando llamar pero me lo impedía el miedo, miedo a su negativa, miedo a que mi fecunda imaginación se volviese nada si me contaba ella misma, su verdadera historia.
Seguramente…
Me gustaba mirar a través de su ventana, sí, la ventana también estaba cerrada y los sucios cristales dificultaban más el escenario que mis ojos querían ver, por eso era más deslumbrante, subyugaba y embrujaba profundamente mi imaginación aquella escena en penumbra, alimentada por comentarios y desvaríos aptos para envidiosos y aburridos seres humanos cautivos de sí mismos.
Dentro de esa casa se escondía para mí todo lo que soñaba y anhelaba vivir, la pasión, la libertad, la entrega total a los sueños en contra del mundo, sentía que sólo rompiendo tabúes podría encontrar la paz, el sosiego que ella transmitía cuando giraba apenas la cabeza hacia la ventana y sin mirarme, se sonreía.
Seguramente sabía, le constaba mi presencia, mi vigilancia casi diaria…
Ayer, una tarde de julio calurosa y húmeda, esas tardes en las que la luz del día…se alarga, la puerta estaba abierta y la ventana entornada, medio pueblo miraba, de lejos claro, y el enterrador, solo él se bastaba, cerraba un ataúd de esos que daban los ayuntamientos a quien no tiene nada. Me acerqué llorando y no pude decir ni una sola palabra, ellos sí, y ellas, todos hablaban :
Mira, una zorra muerta y otra en alza, no, si no nos libramos Nivarda, hazme caso mujer que la sangre tira. Calla mujer que está caliente el alma y la sobrina aún es niña.
Cómo, era familia mía ? De pronto, seguramente enloquecida, la risa volvió a mi rostro, a mi garganta, a mi vida…
Por siempre, seguramente.
Muchas gracias. El mejor regalo que puedo recibir es vuestro arte para compartirlo con los chicos de Apascovi. Un beso grande
Acertijo 8
Que la belleza enaltece
es tan meridiano y claro,
que sea barato o caro,
a la mujer favorece.
Eso lo ve el más ignaro.
Y no sólo a las mujeres
sirve con su pequeñez,
por su porte y su jaez
lo usaron los cancilleres,
los prebostes y algún juez.
Más alto podré decirlo
pero no más entendible,
puede ser blanco cual mirlo,
puedes cerrarlo o abrirlo,
colgarlo siempre es posible.
Por un dije o un no dije
puede montarse un tumulto,
¿por lo que dije o no dije,
quieres que me desvencije
como corpore insepulto?
Pues lo que ya dije, dije
y mil veces lo diré
adivina adiviné
si díjelo o no lo dije.
Lo dije ¿ Lo ves o qué?
Nació el día cinco de enero de hace siete años, y de repente sin merecerlo, sin esperarlo llegó un cáncer, un cáncer mortal, una leucemia con mala voluntad, su vida cambió, empezó a faltar a la escuela, cuando regresaba era con menos pelo, más delgada, con los ojos más grandes y el cuerpo mas vacío. Sus ausencias eran cada vez más largas, pasaba mucho tiempo en el hospital, un profesor se encargaba de que pudiera seguir el curso, sus compañeros le llevaban las tareas, unas veces cuando regresaba a casa iba contenta y fuerte, otras veces casi no podía caminar pero siempre sonriendo, el tiempo no se detuvo nunca, la enfermedad tampoco, hasta que los médicos dijeron que no se podía seguir haciendo nada mas, el profesor abandonó ella tampoco podía atenderle, y solo su madre, su familia siguió con ella. Sus compañeros de cole oraron, hicieron campaña en su favor, pidieron por ella, chantajearon a los Reyes Magos cambiando regalos por salud.
El tiempo pasaba muy rápido la leucemia corría, a la desesperada, con las esperanzas justas y después de conseguir fuerzas y convicciones los doctores intentaron un cargamento especial un lote de todo en uno, todos los tratamientos juntos mezclados y de golpe. Con ella hicieron un experimento.
El día cinco de enero de este año le han dado el alta hospitalaria, ha vuelto a nacer el mismo día otra vez.
Ahora tiene que seguir luchando, pero podrá volver al colegio y los dientes se le recolocaran y sus compañeros la podrán abrazar, juntos darán las gracias a quien obró el milagro. Un poco más de tiempo, la esperanza da una tregua sin fechas ni pronósticos y los demás en algún momento dejaremos de llorar. Porque no hay historia más real que la que es verdadera. Con nombre propio.
Ester
Ricardo Aguirre
Mar, mi regalo
"UN RAMO DE VIOLETAS Y HOJAS VERDES"
Son tus años cumplidos la guirnalda
que engalana tu vida tan fecunda
quiero ver que tu hada no confunda
muchos años-vejez...UNA ESMERALDA.
Verde clara con tonos azulada
piedra pura sin manchas, ¡qué finura!
transparente, con luz, ¡una locura!
eres tu, amada Mar...,FELICITADA
R I C A R D O
LA LLEGADA.
Me inclino ante ese perfume penetrante del día que se termina, mis pasos lentos se detienen ante la puerta del destino, no estoy en ninguna parte y sin embargo siento haber llegado a mi destino, estoy aquí de hinojos esperando la resolución de un misterio que vislumbro ante mis ojos, siento mis manos extenderse hacia la nada y se encuentran con un todo, lleno de luz y de calor; siento el aroma de la vida vibrar entre mis huesos, mi sangre corre más rápido, más intensa por mis venas expectantes, mi cuerpo cansado solo quiere un refugio para reposar, invade mi ser la sensación de bienestar tan anhelada.
Llegué por fin, estoy en casa, ¿me quedaré? , no lo sé, pero hoy me siento en paz con Dios y con los muertos; estoy simplemente viva, y esa sensación compensa el cansancio acumulado del camino.
Maria Berlanga
Encuentro muros construidos con ladrillos de miedo y cemento.
Siento una coraza irrompible que protege un maltrecho corazón.
Veo unas lágrimas que no derraman unos ojos secos cansados de buscar y no encontrar.
Susurras palabras mudas sin expresar de unos labios cansados de besar y escondes recuerdos encerrados en la caja del olvido sin cerradura posible de forzar.
Y grito para pedir la libertad de tus brazos atados a grilletes que no dejan abrazar y dar la vida a manos adormecidas que han olvidado acariciar.
Y vuelvo a gritar.
No era azul el Unicornio. Aparecía en mi ventana, tras la cortina azul, todos los amaneceres de los días. Lo veía entre las brumas del sueño y el despertar. Diría que me regalaba una sonrisa, de esas que se dan gratis. Lo seguía hasta su Reino: Fantasía.
Allí vivía todo lo imaginable y lo que aún no se había imaginado. Mi mirada se reía. Mi curiosidad se llenaba de imágenes, de aromas, músicas, de sabores extraños, se llenaba de vida. Y mi vida se llenaba de energía queriendo plasmar todo lo que sentía.
No era azul el Unicornio. Era el amigo que me devolvió a la vida.
Besos, Mar y Cinco Palabras.-
Intensos y suaves. Así eran los besos que le estampaba Daniel a su abuela todas las mañanas, cuando él se adentraba silenciosamente en su cuarto y le acariciaba el pelo. «Hora de abrir los ojos, abuela», le decía. Y entonces, contemplándola a su vera, le venían atropelladamente los recuerdos de todas las veces que ella había hecho exactamente lo mismo. Antes de su enfermedad, su abuela entraba en su habitación y él, juguetón e inocente como todos los niños a los seis años, se hacía el remolón entre las sábanas para que ella le regalase una de sus dulces caricias en la mejilla. Eran tiernas como los pétalos de las flores que imaginaba, las que dibujaba todos los días en clase cuando el sueño y el aburrimiento le vencían.
Todas las mañanas, el pequeño Daniel alisaba con sus diminutos dedos las sábanas de la cama donde yacía su abuela para que se sintiese flotar en una nube. Y, mientras lo hacía, recordaba las veces que ella le había contado historias fantasiosas de héroes que luchaban incansablemente contra los villanos. Seres corpulentos y temibles ante los ojos de los otros mortales, pero de corazones nobles. Y soñaba con parecerse a todos ellos, y que era tan fuerte que nadie se atrevía a llamarlo «Cara de chocolate», el apodo que se habían inventado otros niños más altos para hacerle llorar todos los días, en el recreo, cuando lo acorralaban y él se encogía como un conejillo asustado. Y en esos eternos minutos tenía la impresión de que el color marrón de su piel oscurecía y su cuerpecillo se estrechaba y languidecía. Entonces, se tapaba los oídos con las manos para evitar que entrasen aquellas palabras que le atravesaban el corazón. Se levantaba e intentaba escapar de todos ellos. Y, cuando lo conseguía, salía corriendo y se refugiaba en el aseo. Y allí se quedaba, solo, hasta que sonaba la sirena. Todos, salvo Daniel, entraban en clase con una sonrisa dibujada en los labios. Él lo hacía con los ojos escocidos, la mirada perdida y el miedo pegado en la garganta.
Al regresar a casa, se dirigía al cuarto de su abuela, le acariciaba las manos y la cara y la besaba en la mejilla con la misma intensidad y ternura de todas las mañanas. Y como todavía no reconocía bien las letras y tartamudeaba cada vez que leía, le contaba la misma historia: «Érase una vez un niño que soñaba con ser fuerte y valiente como un héroe…». Entonces, notaba que su abuela le apretaba fuertemente las manos y le sonreía. Y aquellos minutos de felicidad le bastaban para olvidarse de los niños villanos de la escuela.
CON LOS OJOS CERRADOS
No me besan los ángeles
pues me siento viva,
es el ardor de estos labios
demasiado humano
para matar mi sonrisa,
no quiero, por si acaso,
abrir los ojos
y, verme a las puertas del cielo
blanca y sumisa,
prefiero seguir dormida
sudando gotas febriles
de bocas desconocidas.
Ácido sabor, exultantes
nuevas caricias,
morbosos dedos extraños
dibujando el contorno
de mis ojos cerrados,
abrirlos no quiero, no quiero
re-morirme de espanto,
prescindir ni un sólo instante
del regalo,
que una muerte, ahora ficticia
y buscada en el pasado,
me está brindando.
No me besan los ángeles,
me besa la propia vida
y las huellas que estos besos
en mi pecho van labrando,
tocarlas quiero
con mis propias manos,
sentirlas con goce apresurado.
Que no me las robe
una guadaña podrida,
ni un demonio disfrazado,
que aunque siempre permanezca
yo, con los ojos bien cerrados,
esta victoria es mía,
la muerte, es mi pasado.
RECICLADA...
He conseguido mirarle a los ojos cuando afirma que me ama, lo he conseguido ahora que ya no creo en sus palabras, ahora que he vaciado todo mi miedo en el cubo de la basura, sí, ese cubo moderno de varios colores con el que apareció la semana pasada y me tiró a los pies riéndose a carcajadas.
"Toma, entretente reciclando, haz algo útil."
Me hizo daño en los dedos y mi mal disimulada mueca de dolor fue el detonante de su furia, como siempre empezó con falsa calma, irónico.
" Qué, vida mía, te he hecho daño ? con lo que yo te amo..."
De pronto lo sentí, valor, valor , sí, reciclar, separar tamaños y colores, dudas y decisiones, palabras y conceptos.
Vida mía ? Vida sí, mía? no, no y no, no soy suya, le estoy mirando a la cara y ya no lo soy, soy vida pero no soy suya.
La basura, sí, reciclar, cada cosa en su sitio, yo soy vida, pero no le pertenezco.
Basura, siempre me ha llamado así, curioso que nada más verle aparecer con el cubo se hayan clavado mis ojos en el color verde y a continuación en los suyos, quizás se aliaron el valor y la esperanza, no lo sé pero da igual.
Voy a reciclar, de nuevo obedezco pero no será esta vez con la cabeza hundida entre mis piernas, le estoy mirando a los ojos.
Vida sí, tuya no.
Un cubo de basura devolviéndome la dignidad ! que desconcertante sarcasmo ,una ironía difícilmente creíble pero aplastantemente cierta.
Le sostengo la mirada y comienzo por fin a entretenerme dejando de ser prisionera de un cobarde, y con la libertad en un moderno cubo de basura, basura reciclable...
empiezo el entretenimiento positivo, me reciclo para ser otra.
¿Quién dijo Miedo?
Me sorprendo a mí misma de las enseñanzas que te da la vida, como te muestra el camino y como te hace llegar lo que necesitas. Esta es una historia muy sencilla pero que nos muestra como cualquier otra la superación de los miedos. Todas tienen en común la decisión de uno mismo de que ese momento ha llegado, la decisión firme de superarlo y de marcarse uno mismo sus ritmos.
Así fue como mi personaje decidió un día superar sus miedos a los perros, gatos y demás animales. Conocía el nerviosismo cuándo alguno se acercaba, así como cambiar de acera cuando tenía alguno enfrente. Era un miedo sin sentido pues nada le había pasado con respecto a los animales, siendo lo más peculiar de todo esto su gusto y amor por casi todos los animales así como por la naturaleza. Ayudó la toma de decisión el haber pasado por ciertas vicisitudes que le hicieron cambiar de actitud ante la vida. De vivir el día a día y no pensar más allá hasta que llegara el momento. Tomada la decisión no tuvo tiempo de pensar mas, pues de momento se presentó la oportunidad sin tener que idear un plan para ello.
Fue invitada a la playa por un amigo, con otros conocidos que se reunirían allí mismo, justo antes de salir fue informada de que aquellos conocidos se presentarían con tres perros, de haberlo sabido antes, seguro que se habría pensado sobre ir o no, así, no dio tiempo, no quiso echarse atrás, y empezó a disfrutar del viaje sin pensar en su miedo hasta llegar el momento del encuentro, creo que es una manera de no ir alimentado dichos miedos. Allí le esperaban para compartir apartamento un golden, un terrier y otro pequeño. Para su sorpresa no sintió ganas de correr cuándo se acercó a ellos, parecían aceptarla y ella a ellos también, incluso parecían respetarla, pues cuando les ordenaba que se dieran la vuelta, ellos lo hacían, parecía ser la jefa de la manada, motivo de risas, pues era increíble como la obedecían, por primera vez no olieron su miedo, porque no había tal. Y poco a poco empezó a tocarlos, disfrutando de su viaje cerca de ellos.
Hizo un segundo viaje a ver lobos, en una reserva, pasaba cerca de los perros sin miedo alguno. Y tuvo la oportunidad de entrar y tocar los lobos, era un momento con encanto, y no entró porque no tuvo la necesidad de demostrarse ya nada, pero sí de ver y admirar la belleza del lobo, de mirarlo con respeto. Y quién sabe, quizás algún día entre, por ahora se siente mas que satisfecha de llevar el total control de su vida y esta, empezando por su mente.
Envuelto en la cálida oscuridad de una noche de Agosto, bañada por los albinos fulgores de la Luna llena, el denso silencio rasgado por el monótono chicharreo.
Los fríos y acerados reflejos lunares, rivalizan en tus ojos con el ambarino y ardiente fondo de tu mirada. Felina, tumbada, que no caída, tu sinuoso cuerpo se deja adivinar bajo la tenue protección de las sedosas sabanas. Las partes desnudas de tu piel brillan, como recubiertas de barniz, refleja en sí el fin de la más dulce de las escaramuzas habidas en aquel oscuro dormitorio. Los pulsos se desaceleran, las respiraciones se relajan, se ralentizándose las sensaciones.
Perdida la mirada en la ondulante figura de tu espalda, dejó vagar mi mente en el torbellino danzante que todavía hace temblar mis recuerdos.
Pero es la tristeza la que embarga mi alma, sabedora que, cuando el amanecer se anuncie con su asalmonada explosión de luz y color, diluyendo los oscuros azules nocturnos, la brisa de la mañana se llevará el aroma de tu presencia de mi hogar, saliendo de mi vida para, quizás, no volverte a ver.
Duermes ajena a mis desvelos, tus planes no van más allá de el desayuno, plena de vida, no necesitas pensar más allá. Insomne, la idea de la soledad me atenaza y busca, en vano, consuelo en la cálida y sedosa presencia de tu piel, sabedor de que en breve, sólo serás un recuerdo. Cruel lección de vida, del placer nocturno del extasís corpóreo, al duro camino solitario de la soledad del día.
Notas para Pedro
Una vida repleta de notas, desde su primer latido que ya dio la nota de que había nacido.
Me contaron que las primeras notas llegaron desde la ciudad alemana de Boon, a través de una bagatela con el título de Para Elisa.
Un niño robot que encontré en un columpio, me hablaron de su gran sonrisa que compartía con sus primos y vecinos.
Las notas en su primer colegio, las puso gracias a su padre, el que le enseñó que un embustero podría ser un gran bailarín y quien escucha las notas de su alrededor nunca perderá el recuerdo de los seres queridos. A aquella época siempre regresa gracias a la canción de mi colegio.
Gracias a su madre, las notas que le llegaron fueron notas de canciones del folklore entre las que destacaron era de latón y la tarara. Esta última, se encuentra en un grupo rebelde de canciones que por un motivo desconocido en ocasiones juegan con el llanto y a su vez son canciones de una vida. Junto a la tarara y a la propia Para Elisa, encontramos desde la gallina coco hua hua, hasta chiquitita, canciones que en los momentos más sensibles son capaces de jugar con el llanto.
Notas perdidas en el tiempo que también tiene Pedro, en este pentagrama encontramos una preciosa caja de música, dentro de un mundo al revés en el encontré una gavina que solamente volaba al alba en dirección a las calles del rastro de Madrid y donde se encontraría con una sombra que se suponía que hablaba de Madrid entre caracolas marinas ¿qué cosa más rara?
En su vida, había seguido encontrando muchas notas, algunas como llegaron se fueron. Notas en cada estación, cada mes del año e incluso con cada amanecer. Por ejemplo el verano del 92, concretamente la primera quincena de Julio, compartió habitación con Serrat, el mismo que en su infancia quiso unirse a Vangelis con su L’efant, para darle un nuevo significado a un recuerdo infantil.
Anteriormente me detuve en aquellas notas que encontramos en el pentagrama que quien sabe el motivo de su existencia, que aportaban energías. Ahora son las mismas notas quienes alejan las palabras para que escuche su sonido más puro, ¿qué sería de mí, sin los sonidos exclusivamente de los instrumentos? Me faltarían la energía, la misma que desprenden unas manos al piano tocando recuerdos de mi infancia y el preciso Yesterday. Que decir de cuando vas paseando por la calles de alguna ciudad, entre la multitud se encuentra la suavidad de una caricia a una guitarra de donde salen las notas de un romance anónimo Como decía el poeta, Así es la Música.
Faltan besos en el mundo, faltan abrazos .
Sobran guerras, sobra odio.
Me avergüenzo del ser humano, cuando veo esas imágenes tan frecuentes en la tele;( bueno lo de" humano "es un decir )poco hay de esa palabra ante tanta barbarie.
Ya he escrito varias veces sobre la guerra de Siria, pero es que antes ha habido otras y en el futuro...¿ cuantas?.
Quizás mis palabras resulten pueriles y muy manidas pero es que corremos el peligro de acostumbrarnos.
Muy a menudo me pregunto si los que dirigen y ejecutan estas barbaridades ,tendrán familia, hijos, nietos ..Si disfrutarán con la mirada y la caricia de un niño ..¿cómo se entiende esto?. Me cuesta digerirlo.
Creo que queda claro que esto debe cambiar y que necesitamos "apapacharnos" unos a otros( bonita palabra mexicana qué significa darnos mimos y caricias) a ver si así, poco a poco nos vamos contagiando.
Hay que aferrarse a ese hilo de esperanza tan delgado ,que corre el peligro de romperse.
No nos quedemos en la simple lectura de estas reflexiones, hagamos algo que merezca la pena.¿ me dais un abrazo?
SOLA.- Alicia Manzanares
Hoy celebro mi cumpleaños y al igual que en años anteriores, lo celebro sola.
Celebrar ¡valiente eufemismo!
Me siento cansada. Cansada de todo, incluso de la propia vida.
Vuelvo la vista atrás haciendo repaso de mi existencia. No es un repaso general, sino sólo de aquello que aún no he olvidado.
De mi infancia, que tuvo que madurar antes de tiempo azuzada por una guerra sangrienta entre hermanos.
Del trabajo duro, resignado en la fábrica y el de la casa, siempre en silencio, sin una queja, no porque no las hubiera sino porque nadie me iba a prestar oídos.
Otros tiempos aquellos...
¿Alegrías? Sí, ¡claro que hubo alegrías! Las de mis hijos sin ir más lejos. Ellos eran la luz de mis noches, el bálsamo de mis heridas, los latidos de mi corazón…
Pero la necesidad de sobrevivir se los fue llevando uno a uno lejos del pueblo, dejándome sola.
Mi soledad y yo. Una pareja consolidada, unida hasta que la muerte nos separe. Nos llevamos bien. Juntas vamos enfilando la última recta de este largo y tortuoso camino que a veces, y sólo a veces, lo llamo vida.
Los días se suceden unos a otros con una cadencia aplastante, llenos de monotonía. Me fallan las fuerzas y esta casa tan grande y tan vacía cae sobre mis hombros hundiéndome más y más en la nostalgia.
Mi mente y mi corazón se enzarzan nuevamente en una pelea sin cuartel. Mientras la una me pide que me lance al abandono de mí misma, el otro palpita con más intensidad intentando liberarme de la pesadilla que me aprisiona, gritándome para hacerme despertar a una nueva primavera.
He de pensar. No me puedo rendir. El resto del camino puede ser, quiero desearlo, muy, muy largo. Tengo que emplear bien mi tiempo.
Con desgana, para ahuyentar mis nocivos pensamientos, empiezo a hojear una revista que quedó olvidada por alguna remota visita. En sus páginas, a todo color, se suceden impresionantes fotografías de casas rehabilitadas y convertidas en hogares pasajeros de temporada vacacional.
Y pienso en mi casa, tan grande, tan vacía. Y la imagino rehabilitada.
Ya oigo los gritos de los niños que juegan en el jardín, el trasiego de los adultos vigilantes mientras preparan la excursión del día siguiente. Ya siento el olor del pan recién hecho y el aroma a lavanda de la ropa tendida al sol.
Y si mi casa…, yo dejaría de estar sola.
-¡Joder!, deja ya de defecar y vamos al lío de una vez. Me espetó Fulgencio.
-Cagar, Fulgen, se dice cagar, ¡no me seas tan fino! Le contesté al tiempo que me levantaba los gallumbos y los pantalones después de limpiarme bien el orto con una página del Marca.
Fulgencio Pastor era colaborador de la compañía de Cocos de Sevilla desde tiempos de mi abuelo y había confianza. Él siempre sabía como acertar a la hora de cerrar un trato cocotero en cualquier punto del Caribe.
-Ya sabes que estas aguas mal tratadas me sueltan siempre las tripas…, y gracias que me traje del avión la lechuguita. Así llamábamos al Marca porque las once primeras hojas son siempre sobre el Real Madrid y, como en la lechuga, sólo sirven para arrancarlas y tirarlas a la basura. No obstante, yo les di un mejor uso.
Llegamos al hotel de Nagua con la lluvia torrencial en los talones y nos alojamos en habitaciones separadas. Sin duda era un hotel de cuatro cucarachas, una en cada esquina de la habitación. Menos mal que barato sí era, además del único.
La nave donde almacenaban los cocos lindaba con el hotel y tenía un gallo que no dejó de cacarear durante toda la noche y parte del día, por lo que no pudimos casi ni descansar. Claro que ni falta hizo porque después de pasar la noche bailando merengue con varias mulatas y dando cuenta de varios servicios de Ron nos fuimos con nuestras conquistas al hotel y le dimos unos estirones a las sábanas bajo el aire de los mosquiteros, que es como llamaban a los ventiladores de techo en aquel lugar de la República Dominicana.
A media mañana nos dirigimos a la nave de los cocos a hacer el trato. Fulgencio se encargó de catar los cocos y de cerrarlo:
-Bien, cuatro pesos por coco verde y dos pesos por coco marrón, pero además tenéis que regalarme el gallo.
-¿El gallo, jefe? ¿Para que quieren ustedes el gallo?
-Eso es cosa mía. Me dais el gallo o no hay trato.
Yo fruncí el ceño mirando de reojo a Fulgencio.
-¡Vale, vale, llévense el gallo pues!
Salimos de la nave con el trato cerrado y el gallo debajo del sobaco de Fulgencio.
-¿Se puede saber a dónde vamos, Fulgen?
-Al chiringuito de las peleas de gallos. Si es tan pesado en el ring cómo lo ha sido en la nave la noche pasada, nos puede dejar un dineral en las peleas.
El gallo no resultó ser muy peleón y cayó a los cuatro segundos de comenzar la primera pelea, menos mal que Fulgencio se lo sospechó desde un principio y había apostado todo por el oponente.
Le regalamos el gallo a la señora del hotel para que hiciera un buen caldo y cogimos nuestros bártulos poniendo rumbo al aeropuerto.
-¡Te olvidas la lechuguita!
-¡Calla, sí, que seguro que tengo que dar un último apretón antes de coger el avión y ya me limpio el culo con la undécima del Madrid!
"Anécdotas de verano"
Las tres parejas de amigos habían elegido una casita unifamiliar con jardín rodeada de edificios de viviendas en el centro de un pueblo de la costa para pasar juntos su quincena de vacaciones. Antonio y Carmen llevaban, como siempre, a su perrita Julie la cual estaba feliz de corretear por aquel jardín por explorar. Pronto se sintió dueña de aquella vivienda temporal y se creía con derecho a ladrar a todo aquel que le fuera ajeno o no le gustara. Curiosamente la había tomado con un hombre enano que pasaba todos los días por delante de la puerta, quizás percibía que la edad de aquel hombre no se correspondía con su estatura y debía manifestarlo.
Una noche, eran ya las dos de la mañana, cada pareja estaba ya en su respectiva habitación cuando Julie, que dormía en el salón, empezó a ladrar de manera enloquecida. Antonio salió a reñirle y se calló momentáneamente pero en cuanto se quedó de nuevo sola reemprendió su ladrido agudo e insistente y Antonio no tuvo más remedio que prestar atención a la pequeña guardiana. La perra estaba junto a la puerta que daba al jardín sin parar de ladrar. Ya se habían levantado todos ante la imposibilidad de dormir. Antonio miró por la ventana y no vio nada. Abrió la puerta y Julie salió disparada hacia una zona del jardín cercana a la cancela y siguió gruñendo y ladrando, era evidente que algo había. Antonio encendió la luz del porche aunque era muy débil, bajó un poco las escaleras hacia donde estaba Julie y, de repente, lo vio. Volvió corriendo al salón donde estaban todos expectantes y dijo: "Hay un muerto en el jardín".
Al principio, todos se quedaron sin habla pero conocían a Antonio, que era el más fantasioso y bromista del grupo y por supuesto, no le creyeron. "Anda, te has pasado esta noche con el gin tonic, eh?" Dijo Diego.
Antonio se defendió: "Te juro que hay un cuerpo tirado ahí, en el arriate, en la tierra, ni siquiera en la hierba..".
Carmen, que era muy aficionada a las historias de misterio se asomó a la ventana y dijo: "la cancela está cerrada y si el tipo está tirado en la tierra, han debido de matarlo y echarlo por encima de la tapia para deshacerse del cuerpo.." Elisa y Pedro, que formaban una pareja de lo más compenetrada, dijeron al unísono: "Hay que llamar a la policía". Eva, la novia de Diego, que no había soltado una palabra hasta el momento dijo: "Estáis todos locos, yo me voy a dormir..." A todo esto, Julie había despertado ya a casi todo el vecindario con sus ladridos. El resto se acabó de despertar con la fanfarria de luces y sirenas de la policía. Antonio indicó a los agentes dónde se encontraba el cuerpo. Uno de ellos lo iluminó con una linterna y empezó a darle pequeños golpes con su pie. De repente, el tipo se movió y todos dieron un respingo del susto.
El agente empezó a zarandearle hasta que el hombre, borracho como una cuba, abrió los ojos y con lengua de trapo dijo: "Shss, no hagan ruido, no le digan a mi mujer que estoy aquí...".
En aquel momento apareció una mujer enorme en bata y con rulos que dijo ser la esposa del "muerto". "Perdonen todas las molestias, mi marido se emborracha con frecuencia... " dijo. Agarró a su marido enclenque como si fuera un monigote y se lo llevó justo al portal de enfrente, donde vivían, seguramente, infelices...
El resto de las vacaciones transcurrió sin más sobresaltos y, salvo las protestas de Julie ante el paso cotidiano del enano por delante de la casa, el vecino borracho no volvió a dormir la mona en aquel jardín.
Feli Eguizábal
Entre lilos y rosales.
Por la estepa cerealista a las seis de la tarde, es lo mismo que pasear por el mismísimo desierto. Pero a pesar de la alta temperatura, a mí me gusta caminar y respirar el aroma de la mies recién cortada. Los segadores con la hoz en ristre, las segadoras detrás; vestidas con saya y pañuelo en la cabeza atado a la nuca. Faenan entre el trigo y la cebada, robustas espigas que prometían buen pan para este invierno. Caminé durante un buen rato, embelesado con el colorido, y fragancia de este aguafuerte tan característico que ofrece mi tierra. De pronto advertí que, no muy lejos, algo se movía con dificultad; y al llegar al lugar, encontré una avutarda malherida. Desplumada, y maltrecha intentaba alzar el vuelo sin éxito. La cogí, y con su cabecita apoyada en mi pecho volví sobre mis pasos para curarla.
La conocía. Éramos viejas amigas. Volvía a estar herida, humillada… una vez más había vuelto a su querida planicie en tiempo de siega y sus predadores se habían cebado con ella, hasta casi darle muerte. Pero era fuerte y seguro que sobreviviría como otrora lo había hecho. Recuerdo la última vez que ocurrió. Apenas podía graznar, pero sus parlanchines ojitos pedían auxilio a gritos. Y, una vez más se lo di. La llevé al jardín trasero de mi casa, aun a riesgo de que mis padres la encontraran y me castigaran por perpetrar tamaña osadía. «¡Meter un animal salvaje en nuestra casa, cómo te atreves!» —Habrían dicho, dejándome una semana sin salir a la calle.
Entre los arbustos de los lilos ya sin flor, y los rosales rebosantes de capullos a punto de reventar, le construí su nido, entre sol y sombra. Al amanecer le proveía agua fresca y cuantos insectos había sido capaz de cazar por la noche. Un suculento manjar tan nutritivo que en pocos meses sus alas se repoblaron de nuevo, y su corazón comenzó a latir con calma, y sin sobresaltos. Por las tardes paseábamos, y saliendo del invierno, el aroma de los campos que empezaban a reverdecer, nos impulsaba a continuar disfrutando de nuestra suerte. Éramos felices en nuestro encierro.
Corríamos y volábamos llenos de contento —creía yo, porque en uno de sus giros, la avutarda alzó el vuelo y desapareció en el horizonte sin escuchar mis lamentos. Altiva y gallarda, como un pavo real, se sentía superior y capaz de hacer frente a todo tipo de adversidad. «Es dorada, pero no deja de ser una jaula» —había dicho el día anterior a su huida.
Olvidó nuevamente que sus enemigos estaban siempre al acecho, deseosos de carne fresca y suculenta; y nuevamente yacía en mi regazo suplicando ayuda y sustento. Vendé sus heridas, sequé sus lágrimas, y la dejé en la madriguera que sus congéneres tenían al borde de la senda.
«No pondré barrotes de oro en mi vida para prodigarte amor y cuidados que más tarde despreciarás» — fueron mis palabras al alejarme con un manojo de espigas que regalé a mi madre…
CUANDO CALLAS.
"Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca." Espera, no te muevas. Olvidé echarte las gotas en los ojos antes de comenzar a maquillarte... Ya está. En realidad da igual cuándo echarlas. Podría haberlas echado después, pero me gusta seguir un orden; me da seguridad. Ahora te maquillaré como acordamos, con colores tierra a juego con el vestido. Tonos marrones y beige para los ojos y un perfilado de cejas que te dé ese aire autoritario; vainilla rosado para la tez y naranja vivo en los labios.
"Me gustas cuando callas y estás como distante. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza." Sí, no te preocupes, cepillaré tu pelo con todo cuidado, procurando no arrancar cabellos. Después lo peinaré a tu gusto. Con un moño italiano, como siempre. Sé que eres coqueta y por ello no perderé detalle contigo.
Sois mis clientas favoritas, las mujeres talluditas. Coquetas y fáciles de complacer. Mismo maquillaje y peinado de siempre. Sólo tengo que daros un toque de frescura. Incluso llegáis con una foto vuestra para ayudarme. Mis clientas jóvenes son más exigentes y presumidas. Con mi arte (porque para mí mi trabajo es arte) pretenden aparentar más madurez pero no más edad; más clase a la par que sencillez y naturalidad.
" Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto." Porque es cierto. Ya has muerto. Has llegado a mí por ese pequeño detalle. Porque ya has muerto. Tu cuerpo, herido por el examen post-mortem, llega a mí tal como llegó a este mundo, desnudo. Tus familiares me encargan que te arregle, te amortaje, te prepare para tu próximo y último viaje. Me entregan las ropas que tú elegiste para hoy y una pequeña bolsa de enseres, joyas, tu foto más preciada... Los objetos que deseas llevarte al más allá ; incluso tu dentadura postiza. Me dan una foto tuya para que te maquille y peine correctamente. Soy ese profesional que nadie quiere ser y que nadie sabe nombrar: ¿tanato qué? Mi trabajo no es agradable, pero aunque no lo crean me da paz. Porque sé que ayudo en cierta forma a que los vivos pasen mejor por el mal trago de perder un ser querido. Sí, trabajo con muertos, encerrado en una fría sala parecida a un quirófano. Pero los muertos no molestan ni hieren. Sólo callan. Yo les doy lo mejor de mí, mi cariño, un trabajo bien hecho y mis mejores deseos para el tránsito. Les meto una moneda en el bolsillo, por si coinciden con el barquero del que tantas culturas hablan y les regalo unos versos de Neruda. Quiero pensar que en otra vida nos reencontraremos, aunque espero que aún tarde en llegar ese momento.
Soy el profesional del que nadie se acuerda cuando va a elegir carrera o a pedir empleo. Nadie desea ser yo y sin embargo todos pasarán por mis manos.
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